Después de que en 2013 finalizara mi segundo maratón y de haber probado las carreras de montaña, había decidido por un lado que salvo alguna excepción, ya no iba a volver a participar en carreras por asfalto, y por otro lado tampoco tenía ningún interés en volver a pegarme el palizón de correr un maratón de asfalto, especialmente por lo pesado de todo el entrenamiento previo.
Sin embargo, este año, la semana de antes del maratón me avisó mi amigo Álvaro, que a pesar de haberse inscrito no iba a poder correr debido a que le coincidía con un viaje y una comunión ineludibles, y que me regalaba su dorsal...
Sin embargo, este año, la semana de antes del maratón me avisó mi amigo Álvaro, que a pesar de haberse inscrito no iba a poder correr debido a que le coincidía con un viaje y una comunión ineludibles, y que me regalaba su dorsal...
Datos:
Distancia: 42,195 km
Desnivel acumulado positivo: 374 m
Desnivel acumulado negativo: 349 m
Mapa:
Track:
Hay muchos tracks en wikiloc. Para el perfil he cogido uno de ellos y le he pasado filtros y reasignado altitudes conforme a un mapa con datos de elevación, pues en general todos los tracks que he visto son buenos en planta, pero tienen muchos fallos en altimetría.
Fecha: 26 de abril de 2015
El entrenamiento
Como he dicho, al haberme avisado la semana de antes me resultaba imposible entrenar nada. Si entrenaba algo a falta de una semana, no me iba a servir de nada para ponerme en forma y sí que serviría para ir más cansado al día de la prueba, por lo que lo razonable era ya no hacer nada hasta el día de la carrera.
Durante el año apenas había corrido tres veces con mi compañero Rober y un par de veces más en solitario, así que mi bagaje era realmente pobre en ese aspecto y hacía como mínimo mes y medio, o más, que no corría absolutamente nada
Los días previos
Justo ese fin de semana, el anterior al del maratón, tenía una exigente escalada en Levante. Volví el domingo con un buen palizón físico. Por ello, entrada la semana del maratón, mi idea era ni siquiera participar.
Llegó el sábado, el día anterior a la prueba, estando yo convencido de no participar, cuando mi cabeza me dijo que era como si te regalaran unas entradas para el fútbol o el teatro y no fueras, así que la noche antes determiné dejar todo prepararado y decidí que si por la mañana no me levantaba muy mal y el día no tenía una pinta demasiado horrorosa (pues los pronósticos daban lluvia y viento), iría a correr.
Como tenía claro que, si iba, simplemente iba a correr hasta que buenamente aguantara, lo que hice fue prepararme para no tener que usar el guardarropa y correr con un "metrobus" en el bolsillo. De esta forma, cuando decidiera retirarme simplemente tendría que ir al metro e irme a casa, sin necesidad de tener que ir al retiro a recoger el guardarropa.
El día de la carrera
Suena el despertador y me levanto. Me asomo por la ventana y el día pinta lluvioso, pero ahora mismo no llueve. No hace viento. Me preocupaba más el viento, pues ya pude comprobar en la maratón del 2013 que el viento te desgasta muy rápidamente y te consume muchísimas energías, especialmente en una prueba de tanta duración. La lluvia, en el fondo, pienso que hasta puede favorecer ya que reduces el calor y la deshidratación.
No lo pienso mucho y me pongo en marcha. El el bolsillito de la malla de correr meto un billete de 20 € y el metrobús en un plastiquito para que no se mojen, ni por la lluvia ni por el sudor. En el bolsillito también irán las llaves del coche, y nada más... porque no cabe nada más.
Cojo un gel energético que me dieron en la carrera de Navidad de Cercedilla y que había guardado en un cajón. También tengo una barrita de chocolate del Mercadona, no quedan más en casa, pero me la llevo. Ambas cosas me las acoplo en las gomas del cinturón portadorsal que llevo.
La ropa ya tenía controlada la que me iba bien sin que me hiciera rozaduras ni nada de eso y simplemente me doy vaselina en los pezones y en los dedos del pie por si acaso. Lo que si cambia con respecto a otras veces es que voy a llevar una malla larga que me ha dado muy buenos resultados cuando la he usado, porque pienso que me sujetará mejor muscularmente.
Para evitar el frío hasta que se inicie la carrera, pues voy a correr en manga corta y no voy a llevar ropa al guardarropa, se me ocurre que en el trastero tengo un poncho-chubasquero de plástico, de baja calidad, que me dieron en un evento, así que pienso que me lo llevo y cuando den la salida me lo dejo abandonado en la propia salida.
Me acerco en coche a Ventas. Hago una llamada a un compañero que sabía que iba a correr pero no tiene el móvil operativo, así que le dejo un mensaje de que estaré a la salida del metro y dejo el móvil en el coche, ya que no tengo dónde llevarlo.
Cojo el metro hasta "Banco de España", ya que la salida del maratón es en Cibeles. En el metro hay mucha gente corredora, para las tres distancias que hay: maratón, media maratón y 10 km. Se distinguen por el color de los dorsales: amarillo (10 km), naranja (media maratón) y azul (maratón).
Salgo del metro y me tiro unos cuantos minutos por si aparece el compañero al que había llamado por teléfono, total me da igual estar en un sitio que en otro y el poncho me ayuda a aguantar bien el frío.
Cuando quedan 15 min para la salida desisto de esperar más, puesto que hay que irse a colocar en la salida y eso lleva sus minutos. Me meto en el mogollón de la salida, por la parte de cola, ya que mi ritmo va a ser muy tranquilo para aguantar lo máximo posible. Espero a que den la salida. Está todo muy animado y de momento no llueve aunque hay muchos charcos. Yo estoy muy relajado, pues me siento casi como un extraño, como si no fuera conmigo. Es raro estar aquí sin haberte machacado a correr por lo menos los dos meses anteriores.
Empieza la carrera
Dan la salida. El pelotón va avanzando lentamente y pasan casi 10 minutos hasta que estoy cerca de pasar por el arco de salida. Allí me quito y dejo abandonado a un lado el poncho, al igual que ha hecho mucha gente con chubasqueros artesanales hechos con bolsas de basura y cosas por el estilo. Paso por el arco de salida y empiezo a trotar, ya que siempre me resisto a hacerlo hasta que paso por la salida.
Voy subiendo la Castellana a un ritmo muy tranquilo. Mucha gente me va adelantando, lo que no sé si significa que me he puesto demasiado adelante en la salida o si es que voy demasiado lento. En cualquier caso me da igual porque quiero ir muy tranquilo y además hay muchísima gente que va más o menos a mi ritmo.
Llegamos a Plaza de Castilla, donde se acaba el tramo inicial de subida y está el primer avituallamiento de agua (km 5). Aquí ya se han estabilizado los adelantamientos y vamos más o menos al mismo ritmo todo el grupo. Empieza a chispear un poco pero de momento es poca cosa. Giramos hacia Sinesio Delgado pero volvemos para coger Bravo Murillo, tomando la carrera un perfil ligeramente descendente que, lógicamente se lleva muy bien.
Vamos siguiendo el recorrido por las diversas calles. En torno al km 13 se separan los de la media maratón y se nota un montón en cuanto a la cantidad de gente que seguimos en el maratón completo, pues se reduce mucho. Poco después decido comerme la barrita de chocolate que llevaba.
Ya con la botella de agua en la mano |
Llegamos a la Gran vía por San Bernardo... estoy experimentando todas las novedades del recorrido con respecto a los otros dos maratones que corrí, pero no ha cambiado la llegada a Sol por Preciados, una parte que me encanta por el ambiente.
El paso por la Puerta del Sol está plagado de gente animando, a pesar de la lluvia. En ese punto se pone a llover a mansalva. Recién pasada la Puerta del Sol la lluvia es tan intensa que se me empapan los ojos y con las lentillas llenas de agua me resulta muy difícil ver nada. Llevamos todo completamente empapado, por lo que ya lo de pisar o no pisar charcos da un poco igual.
Por el Palacio de Oriente todavía arrecia la lluvia, pero un pelín más adelante, en el km 20, donde se toma la calle Ferraz, hay un avituallamiento con plátanos donde la lluvia da un respiro y se vuelve a convertir en lluvia ligera.
Por el Palacio de Oriente la lluvia sigue arreciando |
Vamos empapados de arriba abajo. La cara no es de sufrimiento, como alguien me ha sugerido, sino por la lluvia |
Paso la media maratón tras la cuesta de Ferraz y pronto estoy acercándome al Parque del Oeste. Noto el estómago vacío y que se me van acabando las energías, síntoma de que me está dando una pájara por haber descuidado un poco la alimentación, así que en el km 22 decido tomarme el gel que llevaba. A pesar de lo que digan las instrucciones de que los efectos son instantáneos, la verdad es que tardo al menos unos 15 minutos en notarlos... una enseñanza más que me llevo.
Habiendo pasado la media maratón, que consideraba que sí era capaz de hacerlo, a partir de ahí simplemente cuando no pudiera más me retiraría y listo, pero mientras viera que pudiera seguiría. No obstante, al llegar a la Casa de Campo, en torno al km 25 (donde me dan un gel), tengo claro que estoy en el momento clave y pienso que si soy capaz de salir de la Casa de Campo (km 30) tendré posibilidades de acabar.
Para ello, para preservar algo de energías decido que las dos cuestas más empinadas que recuerdo, la de subida al lago y la de salida de la Casa de Campo por Puerta del Ángel, las hago andando, pues son muy cortitas y me sirven a la vez para no machacarme y darme un breve respiro. Las otras dos maratones las hice sin parar de correr de principio a fin, pero este año es otra historia.
Cuando llego a la cuesta de subida al lago, la verdad es que me sorprende porque la recordaba más empinada. No obstante, decido cumplir lo previsto y andar los escasos 50 metros que tiene. En ese momento, en el de echar a andar, me doy cuenta que me duelen todas las articulaciones, básicamente caderas y rodillas. Es señal inequívoca de que puedo estar más o menos en forma de hacer otros deportes, pero la falta de entrenamiento me ha impedido fortalecer estas articulaciones de cara a esta prueba.
Nos cae otra tromba de agua importante (aunque realmente no ha dejado de llover en todo el recorrido, con mayor o menor intensidad) mientras sigo recorriendo la Casa de Campo. El recorrido es mucho más corto por ella que en las otras dos ediciones en las que participé, pero aun así se hace largo.
Llego a la subida del Puerta del Ángel para salir de la Casa de Campo y justo antes hay un avituallamiento con agua y plátanos, así que me cojo un par de plátanos y una botella de agua y me como los plátanos andando mientras subo esta corta pero potente cuesta.
Bajada por el paseo de Extremadura, en la que uno se embala debido a la pendiente descendente y luego se coge el Paseo de la Ermita del Santo, en donde a mitad de calle hay un local ofreciendo empanada... no me lo pienso dos veces y me paro a comerme un par de trozos que me saben a gloria.
Continúo hasta que se cruza el Manzanares y empieza la parte más horrible que recuerdo de las otras ediciones... y aquí no va a ser menos, pues voy ya muy tocado. Trayecto junto al río, que se hace largo, hasta la calle Segovia y empieza la subida continua hacia Puerta de Toledo, Embajadores y Atocha.
Por la Puerta de Toledo (km 35) voy completamente roto y en condiciones de retirarme... no puedo más... pero quedando "tan solo" 7 km decido que hay que llegar a meta aunque sea andando, así que ya empiezo a alternar regularmente tramos andando con tramos corriendo. La gente a mi alrededor va también completamente rota, y hay gente parando por todos los lados para hacer estiramientos y la mayoría de la gente anda más que corre, así que no desentono.
Intento hacer los tramos andando no muy largos, pues si no cuando toca correr se me han agarrotado los músculos entre el frío y el agotamiento. Son los 7 km más largos que recuerdo. Cada km tarda una eternidad en llegar.
Llego a Atocha, y ahora hay que pegarse una buena excursión, pues toca seguir el Paseo del Prado, Cibeles y Castellana hasta la calle Goya, subir hasta Príncipe de Vergara y retornar hacia el retiro... se me hace larguísimo...
Esto no sé dónde es... puede ser Cibeles |
Noto que después de cada tramo corriendo, al pararme a andar me da como un bajón de tensión, lo cual me preocupa un poco a ver si en una de esas me da un mareo y me voy al suelo... ¡y me quedo sin entrar a meta a estas alturas!
Llego al km 40... bueno parece que a este infierno ya le queda poco. Cojo Príncipe de Vergara y veo ya el km 41, lo cual me anima ya a correr hasta el final, más que nada para acabar cuanto antes con este sufrimiento. Hasta los guardias municipales que están regulando el tráfico nos intentan animar a todos en este tramo final.
Entro al Retiro abriéndome paso entre la lluvia... esto que queda es el trozo de disfrutar a tope. Es aproximadamente medio kilómetro en el que se te ponen alas en los pies. De hecho se me embalan y alcanzo y adelanto a varios corredores en este tramo... y por fin paso por meta.
Recién entrado al retiro |
Por el paseo de coches del Retiro... ¡ya queda muy poco! |
Entrando en meta |
El momento más esperado |
Finaliza la carrera
Tras haber cruzado la línea de meta me cuesta algo andar... me duele todo. Cojo la medalla y las cosillas que te dan al terminar la carrera; por cierto, la medalla de este año una chulada. Me ponen un plástico a modo de capa para protegerme del frío, lo cual agradezco enormemente, y rápidamente me encamino al metro.
La medalla de este año es una chulada; enorme y pesada, como siempre. |
La tercera de la colección |
Tardo unos cuantos minutos en alcanzar la boca del metro, pues hay que darse un buen paseo hasta ella. Allí tengo las manos empapadas y congeladas, así que me cuesta horrores sacar del bolsillito de la malla el billete de metro... por lo menos un par de minutos. Al ir a picar el billete incluso un dependiente se ofrece a pasarme él el billete por la máquina, lo cual le agradezco.
Una vez en el andén voy recuperando temperatura y aprovecho los minutillos hasta que llega el metro para ir estirando un poco.
Llego a Ventas, más recuperado de temperatura, y cuando llego al coche recupero mi móvil y hago la pertinente llamada a la familia para decir que estoy bien y he acabado. Ya solo queda llegar a casa, reponer fuerzas con una buena comida, y de momento solo una minisiesta ya que por la tarde tengo un cumpleaños al que ir.
Todas las crónicas de la prueba coincidieron en la dureza de la misma por la constante lluvia, intensa en varias partes de la misma. Sin embargo a mí no me pareció eso un gran problema, pues me hubiera parecido más dura una prueba con un sol y calor que te deshidrata, o con fuerte viento como la del 2013.
Dice el refrán que no hay dos sin tres y, a pesar de que me he resistido a volver a participar en un maratón, al final el destino ha hecho que se cumpla el refrán.
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