lunes, 16 de diciembre de 2013

Diagonal de Peña Telera (II)

Diagonal de Peña Telera (II)
Año 2013. Participantes: Fran, José y yo.
  
Después del intento fallido del 2 de marzo (Diagonal de Peña Telera (I)), ya contábamos con que tendríamos que dejar para el año siguiente esta deseada invernal. Calculaba que la fecha de inicios de marzo había sido demasiado temprana para que se formaran los resaltes de hielo, pero suponíamos que tan cerca del verano la cosa ya no iba a estar bien.

Ya tenía bien guardados los piolets y estaba "bien metido" en temporada de roca, cuando José me propone que dado que había nevado copiosa y constantemente las últimas semanas en el Pirineo, y la Gran Diagonal del Telera, podríamos volver allí a ver si dábamos cuenta de ella.

Inmediatamente me puse a buscar información de cómo podía estar eso: infohielo, webcams, etc, comprobando que efectivamente era probable que estuviera en buenas condiciones, así que fijamos un fin de semana para ir allí.

En el fin de semana fijado, las predicciones meteorológicas no daban del todo bueno. Llevaba vigilándolas desde hace más de una semana y viendo como iba evolucionando. A fuerza de experiencia con estas cosas, uno ya va haciéndose a la idea lo que se va a encontrar en función de la zona y de cómo han ido evolucionando las previsiones. Para el sábado daban lluvia, pero deduje que esta sería muy leve y que además solo nos acompañaría hasta pocas horas más allá del amanecer. Por tanto, sin ser un fin de semana del todo perfecto en cuanto a climatología, sí que estimaba que al final ésta nos iba a respetar bastante.

Al final pudimos completar la Gran Diagonal, pero no estuvimos, para nada, exentos de aventuras.

El domingo iba a hacer mejor, pero como era el día de la vuelta, no podíamos dejar la Gran Diagonal para el domingo por lo largo de esta actividad.

Sin embargo consideramos que si el domingo nos quedaban ganas, de vuelta podríamos aprovechar y acercarnos a Riglos a conocerlo los que no lo conocíamos y hacer una escalada fácil antes de retornar a Madrid, cosa que al final también cumplimos en un domingo muy agradable (pincha aquí para ver).

Empezamos (podéis pinchar en las fotos para verlas más grandes):

Datos:
Actividad: Alpinismo;      Zona: Pirineos
Cimas: Peña Telera (2762m)
Dificultad: AD/AD+ (Algo Difícil superior), 65º, 700 m. Puede variar mucho en función de las condiciones.
Longitud total: 17,5 km aprox;     Desnivel acumulado positivo:  1650 m aprox;     Desnivel acumulado negativo: 1650 m aprox

Tiempos:
- Aproximación: 1h30min- Preparativos: 0h30min
- Corredor Gran Diagonal: 4h20min (incluyendo paradas)
- Acceso a cima Peña Telera: 0h50min
- Aproximación a canal de la "Y": entre 1h y 2h, dependiendo de las condiciones
- Rápeles de descenso: 2h, incluyendo preparativos y posterior recogida
- Descenso del resto de canal y retorno al coche: 2h30min
Los tiempos pueden variar considerablemente en función de las condiciones y en función del número de componentes de la/s cordada/s.
Hay que tener en cuenta que adicionalmente siempre hay pequeños detalles que añaden más tiempo, por lo que aunque la suma de los tiempos reflejados totaliza unas 14 horas, no es nada raro superar las 16 horas; y especialmente si no se conoce la zona, la ubicación de los rápeles...

Track: 
Grabado in situ y depurados algunos errores puntuales de localización (pincha aquí para acceder al track en wikiloc).

Croquis:

Como pasa en este tipo de actividades, las pendientes son simplemente orientativas y dependerán de las condiciones de nieve y hielo





Fecha:  1 de junio de 2013


Desarrollo de la actividad

Como en marzo, hacemos Fran, José y yo el viaje desde Madrid el día anterior, viernes, llegando a Panticosa de noche. No obstante, la situación es bien distinta, puesto que ya no hay nieve en estas cotas bajas.

Cenamos y discutimos la hora a la que nos íbamos a levantar al día siguiente. Dado que en estas fechas hay muchas más horas de luz, calculamos que sería buena hora levantarnos a las 5:00, para dormir una hora más que en el anterior intento, sin que ello nos comprometiera la actividad, tanto por el número de horas como por el estado de la nieve. 

Decidido esto, nos pusimos a dormir, con unas temperaturas algo fresquillas pero considerablemente mejores que cuando el intento de marzo.
 
Suena el despertador a las 5:00. Acordándome de la vez anterior, salto como un resorte y alecciono a los demás para ir ligeros de tiempo; no quiero que esta vez falle nada.

A las 6:30 ya hemos desayunado, preparado todo y hasta nos hemos acercado en coche al punto de partida, así que todo va sobre ruedas. Igualmente tardamos poco en coger las cosas y salir andando: hemos espabilado mucho con respecto a la vez anterior, aunque reconozco que me siento un poco acelerado con la obsesión de no perder tiempo.

Foto de partida

Empezamos a andar recién amanecido. El día está regulín. Chispea un poco, tal y como había calculado, pero la idea que tengo es que va a ir mejorando. José no está tan confiado.

A diferencia de en marzo que la aproximación estaba cargada de nieve, ahora no hay ni gota por aquí abajo. Esta ver recorremos la pista sobre tierra en lugar de sobre nieve. Las nubes están un pelín más altas y cada vez chispea menos

Caminando por la pista en el primer tramo de aproximación
Hemos aprendido bastante de la intentona de marzo, y ahora la aproximación la hacemos por una ruta más directa, ahorrando tiempo. Llegado un momento nos separamos de la pista por un sendero que sale por la izquierda y sigue un arroyo, camino del ibón de Piedrafita. Justo antes de llegar al ibón vamos girando a la derecha. El paisaje es estupendo.

En las proximidades del ibón de Piedrafita
 
El sendero se difumina bastante, pero tras subir alguna cuestecilla tenemos delante el cono de la Gran Diagonal que atacamos por su lado izquierdo; lógicamente, porque llegamos por este lado.

El enorme cono de deyección, que en marzo era todo nieve, ahora es una incómoda pedrera en su mitad inferior.
Hace rato que no chispea y el sol hace algún amago de salir... a ver si tenemos suerte. Empezamos a remontar el cono con los típicos resbaloncillos puñeteros de las pedreras


Remontando el cono, que ahora es una pedrera en su parte inferior

Cuando empieza la nieve continua hacemos una parada para ponernos los crampones y comer y beber algo, ya que luego será más complicado.

Ya toca ponerse los crampones

Esta vez no se me caen los croquis, je, je, los tengo guardados y bien sujetos. Terminamos de ponernos los crampones y continuamos. Cuando llego a la embocadura de la canal se ven muchísimos restos de aludes... Me preocupa un poco, así que habrá que otear muy bien el panorama a ver si no existe excesivo peligro, y andarse con mucho ojo.

Muchos restos de aludes en la embocadura
Al ir entrando en la canal los restos de aludes están por todas partes. Sin embargo observo minuciosamente las paredes y aparentemente las veo bastante purgadas; considero que no se ve un claro peligro que recomiende abortar la actividad, pero habrá que andarse con ojo. Aprovecho también para echarle un ojo al aspecto de toda la canal para antes de que pierda perspectiva

Toda esta parte inicial voy abriendo huella y por aquí donde se ha acumulado nieve resulta muy pesado.

Entrada a la Gran Diagonal

Vista atrás, con todos los restos de aludes

Llegamos al ensanchamiento, lo superamos y ya la pendiente aumenta todavía más, con lo que ya nos vamos olvidando del piolet-bastón y hay que usar también la hoja de los piolets. Nos metemos en faena... pim, pam, pim, pam... como hormiguitas en este larguísimo corredor vamos cogiendo altura poco a poco. De momento vamos sin cuerdas.

José progresando en estos tramos iniciales

Empieza a soplar algo de viento por la canal. La nieve impacta en la cara y duele como si te hubieran disparado sal a la cara. Es bastante incómodo, pero no es algo que nos haga ponernos en peligro.

Según nos vamos acercando al primer resalte, a cada rato nos cae algún alud superficial de nieve en polvo por la canal. Estamos un poco espectantes, pero aunque son muy frecuentes de momento no nos resulta un gran problema, pues según los vemos basta con salirnos rápidamente del "cauce" para evitarlos. Solo uno de ellos nos llega a preocupar un poco, ya que empezó a crecer y crecer, pero afortunadamente no pasó de ahí.

Esquivando los aludes superficiales, probablemente ocasionados por el viento y el efecto acumulador de la canal

Llegamos al primer resalte... Hay que salir cuanto antes de aquí, ya que no paran de caer los pequeños aludes y aquí estamos más encajonados y es más difícil esquivarlos.

Llegado al primer resalte, el tema de los pequeños aludes se vuelve más preocupante por el estrechamiento

Mientras nosotros esperamos para que nos diga qué pinta tiene la cosa, Fran intenta superar el resalte por la izquierda, tal y como hiciera la vez anterior de marzo y como es normalmente, pero la capa de hielo y nieve sobre la roca es insuficiente y es un poco peligroso. Todavía no habíamos sacado la cuerda.

Fran intentando superar el primer resalte por la izquierda

Visto el asunto, hay que cambiar de táctica. Vemos que puede ser lo más fácil atacarlo totalmente de frente. Lo primero es ponernos la cuerda, para superarlo encordados. Realmente, tal como esta de nieve,  atacándolo de frente la única complicación es un escalón vertical de unos 3 metros de alto, que José se ofrece a probar.

José preparándose para el "ataque frontal" al escalón vertical

José lo supera bastante bien. Fran y yo le seguimos y efectivamente el escalón se supera bien, pues los piolets clavan de lujo, entrando bien y anclándose muy sólidamente.
 
Desde abajo ya habíamos visto que el paso del bloque empotrado tenía mal aspecto, y teníamos la experiencia de la vez pasada de saber que tiene que estar en buen estado para pasarlo sin demasiado peligro, así que no dudamos en tomar la alternativa por la derecha que lo evita.

Enseguida superamos la primera parte de esta alternativa y llegamos a la zona del segundo resalte. José sigue en cabeza. Este segundo resalte es bastante más largo y continuo, pero se encuentra en perfecto estado, así que lo superamos sin problemas, encordados.

Zona del segundo resalte

Una vez superado el segundo resalte nos desviamos buscando un lugar junto a las rocas donde poder excavar una repisa horizontal para poder comer y beber algo, ya que llevamos ya unas cuantas horas de actividad. Apenas conseguimos una repisa de 70 cm de ancho por 30 de profundo, pero algo es algo. Ahí picoteamos un poco y nos hidratamos.

Cuando acabamos tenemos que retomar el corredor, para lo cual hay que hacer una delicada travesía, puesto que el terreno está muy vertical y la nieve, aquí excesivamente suelta, apenas te sujeta. Fran toma el relevo en cabeza.

 
Saliendo en travesía de nuestro "pic-nic"



Recuperando el trazado de la Gran Diagonal
Seguimos subiendo por terreno muy vertical . Nos va pegando algo el sol, puesto que estamos acercándonos al famoso "mirador" y la Gran Diagonal cada vez va menos "profunda". Sigue haciendo muchísimo viento, así que el sol además de realzar el paisaje resulta agradable, aunque podría empeorarnos el estado de la nieve. Ésta a veces está algo suelta para lo vertical que está esto. 

Vamos acercándonos al "mirador"

Llegamos al famoso "mirador". Es un lugar en el que desaparece la pared izquierda y te encuentras de repente el vacío, dando bastante sensación de patio. Abajo está el ibón de Piedrafita, casi 1000 metros de desnivel más abajo.

El "mirador"

 
Las vistas desde el mirador son de vértigo, pero magníficas. Se tiene una bonita panorámica del embalse de Búbal. Fran y José no quieren parar aquí y continúan; la verdad es que el sitio es un poco expuesto. Así que apenas me dejan tomar fotos, o al menos no todas las que hubiera querido.

Vista del embalse de Búbal desde el "mirador"

De hecho, el cruce del mirador nos presenta algunos pequeños problemas: la nieve tan suelta no sujeta y te escurres hacia el mirador y encima por la derecha nos baja una canal, que es la que se alinea con el mirador y lo forma al cruzarse con la Gran Diagonal, por la que no para de caernos de continuo pequeños bolos de nieve como si fuera una pequeña cascada de agua. En esta situación, conviene cruzar el mirador cuanto antes, por precaución. Fran está algo nervioso, especialmente por los bolos que continuamente nos caen de arriba, y de hecho, luego comentaría que para él fue uno de los momentos de más tensión.

Cruzando el mirador, con impresionante caída hacia él, nieve blanda, y con bolos de nieve cayéndonos constantemente por la derecha
 
Con sumo cuidado vamos superando el cruce todos hasta llegar a sitio seguro.

Ya solo nos queda un tramo de unos 100 m de desnivel, bastante vertical. Seguimos encordados. Tomo el relevo para ir abriendo huella y que Fran se relaje.

Esta última parte también la superamos sin problemas. Pero cuando llego al collado, y me subo a él, me tengo que tirar al suelo por el fortísimo viento que sopla en el collado, con una fuerza que te lleva. José llega en segundo lugar... y le ocurre lo mismo, así que ahí que estamos los dos tirados en la nieve. Cuando llega Fran, asoma su mirada por el collado y nos ve tirados en el suelo y nos pregunta que qué hacemos tirados en el suelo... no recuerdo si le dije un "sube y verás", o simplemente lo pensé pero no le contesté, el caso es que al terminar de subir lo acaba comprobando por sí mismo y acaba también en el suelo.

El panorama que nos encontramos en el collado es un tanto desalentador: el viento sopla fortísimo; no se ve nada por la niebla, que en cuanto hemos llegado aquí arriba nos ha envuelto; pero lo peor de todo es que no vemos muy bien por donde continuar.

Ciertamente, la roca aflora por todos lados y solo se ve posible bajar por el otro lado del collado cuando lo que queremos es subir hacia la cima. La verdad es que yo, y creo que todos, nos esperábamos un camino relativamente fácil de aquí a la cima, para la que hay que girar a la derecha. Fran confesó posteriormente que llegó a pensar que lo mismo nos tocaba volver a bajar por la propia Gran Diagonal, y es que el panorama, y encima metidos en la niebla, no era muy prometedor y daba qué pensar.

Como no veo que haya otra alternativa, tiro hacia abajo y pronto veo un paso no excesivamente complicado por donde cruzar hacia la derecha, así que pego un grito a mis compañeros para que me sigan. Seguimos encordados. Tras ese paso veo, dentro de lo que nos deja ver la niebla, una pala de nieve muy empinada en dirección a la cima. Me alegro pues ya parece que está solventado el problema para ir a cima.

Habíamos pensado no desencordarnos para no perdernos en la niebla, pero también nos viene bien como seguro porque la subida es fácil pero muy empinada.

Subiendo entre la niebla hacia la cima
Nos tiramos un buen ratillo subiendo a tientas los cerca de 200 metros de desnivel que nos quedaban para la cima.  La visibilidad es muy reducida y prueba de ello es una anécdota con Fran, pues ya bastante arriba desciende la pendiente y Fran llega a mi altura; vamos más o menos en paralelo, se queda parado y me pregunta "ahora por donde", le contesto que va perfectamente y me dice que delante tiene un hoyo a lo que le contesto que no, que es un pequeño y ligero alomamiento; Fran inicialmente desconfía, pero al hacerme caso y dar un par de pasos lo comprueba: la niebla y tanto blanco deslumbrante le había hecho ver un efecto óptico.

Finalmente llegamos a cima, casi una hora después de llegar al collado... tenía la idea en la cabeza que esto iba a ser un pequeño trámite que apenas nos llevaría un poco de tiempo; y yo creo que los demás tenían la misma idea.

En la cima preparo el trípode para la foto cimera.

Uppps! ha saltado el disparador antes de tiempo...
Ahora sí. Foto cimera

Tras la foto tampoco nos entretenemos mucho, ya que no es que estemos en un sitio o, mejor dicho, en un momento muy acogedor, y además no se ve nada: es una verdadera pena porque me imagino que desde esta cima tiene que haber unas vistas excelentes. Tan solo dedicamos unos momentos a algunas felicitaciones mutuas y poco más.

Ahora sí que pensábamos que ya estaba casi todo hecho... pero no sabíamos lo que nos esperaba todavía...

Lo primero, había que bajar unos 200 m de desnivel hacia la salida del corredor Mª José Aller. Pero estaba muy vertical y la roca afloraba por todos los lados, estaba muy rota y cuando la cubría la nieve ésta tenía muy poca consistencia y espesor.

Intento bajar por la ruta normal, pero voy comprobando lo tremendamente peligroso que estaba todo. Incluso mis compañeros están algo nerviosos viéndome. Finalmente decido dar marcha atrás y no jugármela más; vamos a intentar buscar otro punto de bajada. Vamos bordeando por arriba. Veo otro posible punto pero le ocurre lo mismo que el anterior: empiezo a bajar pero se pone muy peligroso por la cantidad de roca rota que aflora y retorno.

Continuamos bordeando por encima de estas paredes. Tenemos que dar un gran rodeo yendo incluso en dirección contraria, pero finalmente José encuentra un punto que tras superar un pasito el resto es muy vertical pero ya no aflora roca. Superamos ese paso y seguimos en larga travesía, pegando fuertes cramponazos para clavarlos y además hacer algo de escalón, en busca del trazado normal de descenso.

Tras un buen rato en travesía, yendo bastante a ciegas por la niebla, pero con ayuda de GPS, vemos que estamos más o menos sobre el trazado correcto y que enseguida ya tenemos los precipicios de la cara norte. Buscamos los pasos más apropiados para ir bajando, prácticamente por la arista y al cabo de un rato la pendiente del terreno se suaviza. Desde ahí, en pocos pasos estamos en la salida del corredor "Mª José Aller".

Una vez llegados a este punto, y aprovechando terreno más horizontal, hacemos una parada relativamente larga, en la que comemos frutos secos, nos hidratamos y charlamos. Hemos superado los momentos problemáticos, y sobre todo de incertidumbres, y ahora necesitamos un poco de relajación.  

Tras estos tranquilos momentos, que tampoco queremos alargar en exceso, continuamos nuestra ruta. La arista continúa con la cima Capullo, que se evita contorneando el pico Cima Capullo en un buen y largo rodeo también en travesía con los piolets. Todos nos imaginábamos que toda esta parte ya sería más de andar, por lo que nos sorprende un poco el tener que seguir clavando piolets y crampones. La verdad es que empezábamos a estar un poco saturados de pendientes tan pronunciadas sobre caídas sin fin.

"Contorneando" la cima Capullo
 
Finalmente llegamos a la salida del corredor de la Y por donde debíamos bajar. Como su nombre indica, tiene forma de "Y", con doble salida, así que primero llegamos a la salida izquierda. Nos subimos a ella y nos asomamos. La pinta es terrorífica, así que enseguida deducimos que  no es por ahí. 

Continuamos y poco después aparece la salida derecha. José ve un rápel que hay un poco más arriba en la izquierda según llegamos, pero sabemos que ese rápel no es muy recomendable pues tiene fama de que se suelen enganchar las cuerdas al recuperarlas, y es mejor usar otra instalación de rápel que hay en una pequeña cueva un poco más abajo.

Nos asomamos al precipicio y enseguida vemos la cueva, por la que asoma un cordino. Encima vemos unas grandes estalactitas de hielo que confiamos en que sean lo suficientemente sólidas y no se rompan, tanto cuando accedamos a la cueva como luego cuando estemos bajando por el corredor.

Salida correcta del corredor de la Y. La cueva de rápel está en la pared que se ve enfrente con las estalactitas, pero más abajo
Para alcanzar la cueva hay que bajar unos metros; son pocos y no es difícil llegar a ella, pero está todo muy verticalizado y un resbaloncillo... y cuando te quieras dar cuenta estás al pie del Telera, así que baja José que sigue atado con la cuerda y nosotros desde arriba le sujetaríamos en caso de caída. Luego llegamos Fran y yo.

Preparamos el rápel como podemos en este espacio tan reducidísimo para tres y enseguida empiezo yo a rapelar con un Machard por seguridad, ya que no sabemos muy bien donde está el siguiente rápel con el que tenemos que enlazar. 

Hemos puesto las dos cuerdas de 60 empalmadas. Voy descendiendo. Se baja muy bien. Llego a un resalte y bajo por una cascada que veo que tiene una pinta estupenda para subirla: bonita pero no se la ve tampoco muy difícil.

Tras superar el resalte empiezo a estar muy atento, buscando la siguiente instalación de rápel. Según bajo voy mirando a un lado y a otro, pero no veo nada. Tengo la idea que hay que apurar los 60 metros del rápel. Muy metido a la derecha hay una especie de cueva, pero me parece muy desviado y además todavía me quedan unos 15 metros de cuerda, así que no me acerco a inspeccionarla. 

Veo que la cuerda acaba en un afloramiento de roca. Me parece que es apurar en exceso los 60 metros de cuerda, pero como no he encontrado el rápel pienso que lo mismo está ahí.

Cuando llego al afloramiento de roca me encuentro que la cuerda se acaba y la instalación de rápel no está ahí. Intento excavar algo en horizontal para los pies para no estar excesivamente incómodo, me anclo bien con un piolet (llevaba también una estaca, pero opto mejor por el piolet), me suelto de las cuerdas y doy aviso para que baje el siguiente.

Cuando Fran está a la altura de la cueva, le aviso de que donde estoy yo no está la instalación de rápel y que debe estar por ahí: o a la derecha donde la cueva o a la izquierda donde afloraban las paredes. Fran se mete donde la cueva y efectivamente ahí está el rápel y se instala en ella.

Fran en la cueva
Yo, que ya me estaba quedando congelado de estar parado, me vuelvo a coger de las cuerdas para remontar hasta la cueva, pero tengo un escalón de roca y las cuerdas no me llegan bien. Me ato como puedo a las cuerdas, pero están tan tensas que no puedo superar el escalón de roca por el mejor sitio, sino que tengo que superarlo directamente. Consigo superar ese escalón de roca y remonto sin excesivos problemas hasta la cueva donde me reuno con Fran que me va recogiendo cuerda según subo. Damos vía libre a José mientras Fran y yo intentamos recuperar algo de temperatura en el cuerpo a base de movernos en la cueva, frotarnos las manos y esas cosas: parece mentira que estemos en junio y el viento está contribuyendo mucho a este frío, aunque aquí ya no sopla tanto.

Tenemos el frío metido en los huesos e intentamos recuperar temperatura en la cueva
José rapela sin problemas y pronto llega a la cueva. Desde ahí, rápidamente recuperamos las cuerdas y las volvemos a lanzar en el siguiente rápel que inicia el mismo José.

Foto de la cueva que nos hace Fran al iniciar el rápel. Este entorno parece un congelador.
José rapela ya fácilmente y sin ningún problema, apurando los 60 metros de cuerda aunque al final no hagan tanta falta al suavizarse algo la pendiente.

José en el segundo rápel. A su izquierda está el afloramiento de roca donde se me acabó la cuerda en el primer rápel
 
Cuando acaba le sigue Fran, al que se le ha colado algo de humedad en la bota y está sufriendo los rigores del frío, por lo que le cedo turno.

Fran rapelando desde la cueva
Por último bajo yo. Al final del rápel la pendiente sigue siendo alta, pero ya es otra cosa y a partír de ahí se puede bajar bien a base de piolets y paciencia.
José al final del segundo rápel. Desde aquí el terreno sigue empinado pero ya no hacen falta cuerdas.
Recuperamos las cuerdas y vamos recogiendo. Mientras a mí me quedan por recoger algunas cosas que estoy guardando en la mochila José y Fran está deseando llegar ya abajo y empiezan a descender. Fran mete la "directa" y ya no hay quien le pille. Al cabo del rato empiezo a bajar yo también.
Poco a poco la pendiente va suavizándose y podemos bajar de frente. Llegamos a una zona en la que hay mucha nieve blanda y te hundes. José se hunde bastante y queda atrapado. Le cuesta bastante salir y de hecho acaba rompiendo el pantalón e incluso la bota.

Fran hace foto atrás donde se ve a José atrapado en la nieve y yo más lejos llegando por detrás

Mientras tanto voy alcanzándole... pero cuando llego yo a la zona en cuestión me pasa lo mismo y tras algún que otro hundimiento relativamente moderado, en una de seas me hundo ya bien hundido. El problema es que la nieve está paposa y te quedas atrapado, quedando comprimido y adherido a la nieve como a un fuerte velcro. Nunca había experimentado nada igual. La nieve me llega casi hasta la cintura y por mucho que me muevo para ahuecar y poder salir no hay forma. Es algo angustioso. Tengo que echar mano del piolet-pala y ponerme a excavar y excavar y excavar. Me cuesta bastantes minutos a base de excavar y ahuecar según me voy liberando, y desde luego me pego una buena palicilla de excavar (por cierto, ¡qué poco cunde el piolet-pala!). Si me quedaba algo de frío en el cuerpo, desde luego ya se ha evaporado del todo y estoy sudando.

Una vez fuera intento extremar las precauciones y fijarme bien dónde piso para que no me vuelva a pasar. Las paredes que nos rodeaban van dando paso al paisaje, y después de tantas horas sin ellos parece hasta raro ver otros colores que no son el blanco o el de las rocas.

Ya vamos teniendo unas vistas algo más verdes y menos blancas
Llegamos a la confluencia y nos metemos en la zona común con el corredor Mª José Aller. No puedo evitar echarle un vistazo. Parece que tenía buena pinta en cuanto a carga de nieve.

Vista del corredor Mª José Aller

El descenso se nos está haciendo larguísimo, por el cansancio que llevamos acumulado. No en vano, levamos muchas horas de actividad. Fran se instala en una amplia zona horizontal y limpia de nieve. Ahí nos quitamos arnés, crampones, casco, guardamos piolets, etc y nos dedicamos bastantes minutos a comentar las jugadas más importante del día mientras vamos sacando y sacando cosas de comer. La verdad es que nos hemos alimentado poco a lo largo de la actividad, propiciado por los pocos sitios acogedores que nos hemos ido encontrando y el fuerte viento que nos azotaba por arriba.


Ya saliendo completamente de los corredores
Cuando ya hemos terminado continuamos. Nos encontramos la sorpresa de que hay que bajar otra pendiente de nieve, pero voy buscando los mejores puntos para poderla bajar sin tener que ponernos de nuevo las crampones.

Ya cogemos caminillo y seguimos. Enseguida tenemos la impresionante vista frontal de la Gran Diagonal, en la cual se quedan fijados nuestros ojos mientras por dentro pensamos que parece increíble que esta mañana hayamos subido por ahí, con el aspecto tan intimidatorio que tiene.

Vista de la Gran Diagonal en nuestro regreso
 Un poco más adelante nos hacemos la foto de despedida (...hasta la próxima).

Foto de despedida


Todavía nos queda una buena caminata de bajada hasta el coche. Ésta la hacemos con el cuerpo destrozado de la intensísima actividad de hoy y un ritmo tranquilo, pero charlando animosamente y con un gran sentimiento de satifacción. Tenemos las plantas de los pies ya al límite, pero no nos importa. Aún llegamos de día hasta el coche, aunque por poco. La verdad es que después de todo no podemos quejarnos de cómo se nos ha dado el día.

Cogemos el coche y nos trasladamos a nuestro lugar de vivac, donde cenamos con una enorme sensación de paz, en parte por la paliza física que llevamos en el cuerpo y en parte por la enorme satisfacción de haber cumplido, especialmente después de aquél intento fallido del 2 de marzo.

Para el día siguiente acordamos levantarnos a una hora razonable que nos permita descansar y a la vez darnos tiempo a acercarnos a Riglos a conocerlo y hacer alguna vía corta y fácil de escalada, pues tampoco estamos para aventuras muy exigentes.  La verdad es que durante la bajada al coche yo creo que estábamos tan cansados que nadie se atrevió a comentar lo de ir a Riglos el día siguiente en todo el camino.

Con esas premisas nos acostamos un poco espectantes a ver en qué condiciones físicas nos levantábamos al día siguiente para ir a Riglos. Al final, fuimos a Riglos al día siguiente y se nos dio muy bien, pero esa ya es otra historia (pincha aquí para verla).


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