Todo empezó en una cena de pre-navidad del trabajo, cuando allá por la una de la madrugada un compañero comenta con otro que se verían al día siguiente en una carrera popular, concretamente el trofeo José Cano, de 10 km. El efecto de los cubatas hizo que como un acto reflejo me saliera un "ah, pues me apunto yo también", sin que yo hasta ese momento me hubiera dedicado a correr ni a entrenar lo más mínimo. Solo me dedicaba a la montaña y en sus facetas sin cronómetro, salvo las carreras de orientación pero en las que realmente tampoco se corre en exceso. De hecho hasta ese momento en mi vida solo había corrido una carrera popular de 5 km en Torrejón de Ardoz, que es donde vivo, y casi que por acompañar a mis hijos.
Como soy un tío de palabra, allá que estaba yo al día siguiente inscribiéndome en la carrera en la propia línea de salida. La corrí en un tiempo de 54 minutos, que no es que sea muy brillante que digamos, pero mi compañero me dijo que estaba muy bien para haber entrenado "cero total", que por tanto no se me daba mal lo de correr y que por qué no me animaba a correr con él el maratón, ya que me veía capaz.
La verdad es que el oir la palabra maratón me sedujo muchísimo, ya que es una cosa de esas que siempre había querido probar en la vida, pero que hasta ese momento no se me había puesto muy a tiro, ni yo había hecho mucho por ello ya que siempre la veía que me quedaba un poco "lejana". El remate fue cuando mi compañero me dijo que me daría unas pautas para un entrenamiento bastante "light", aspecto fundamental para mis escasas disponibilidades de tiempo libre, y con eso sería capaz de terminarlo.
La Maratón de Madrid, el famoso MAPOMA, es la más multitudinaria de las maratones españolas. Famosa también por su dureza, algunas estrellas lo evitan porque saben que aquí no conseguirán batir récords. Es imposible hacer en Madrid un recorrido llano, por lo que enfrentarse a sus calles es todo un reto para el que lo intenta, y un logro para quien consigue terminar. Pero, sin duda, su gran virtud es haberse convertido en una enorme celebración del compañerismo entre deportistas de todas las edades.
Pongo un vídeo muy interesante donde se ve en cámara rápida todo el recorrido. Recomiendo ponerlo en alta definición y verlo, ya que es muy ilustrativo: (pincha aquí para ver el vídeo)
Empezamos (podéis pinchar en las fotos para verlas más grandes):
Pongo un vídeo muy interesante donde se ve en cámara rápida todo el recorrido. Recomiendo ponerlo en alta definición y verlo, ya que es muy ilustrativo: (pincha aquí para ver el vídeo)
Empezamos (podéis pinchar en las fotos para verlas más grandes):
Datos:
Distancia: 42,195 km
Desnivel acumulado positivo: 441 m
Desnivel acumulado negativo: 427 m
Mapa:
Track:
Obtenido de internet (pincha aquí para acceder al track en wikiloc).
Fecha: 22 de abril de 2012
El entrenamiento:
Las pautas que me dijo mi compañero Álvaro, que ya ha corrido unos cuantos maratones, fueron básicamente las siguientes:
- Empezar a entrenar dos meses antes
- Correr dos veces por semana un distancia que irá aumentándose paulatinamente hasta los 16 km/día, es decir 32 km/semana, y a partir de ahí no aumentarla
- Correr aproximadamente 3 semanas antes una vez una distancia de unos 21 km, en lugar de los habituales 16 km, y 2 semanas antes hacer otra tanda de unos 26 o 27 km
- En esos dos meses acumular un kilometraje de al menos 200 km
- La semana antes del maratón no correr nada, descansar, dormir bien y evitar o economizar cualquier esfuerzo.
- Por supuesto cenar pasta el día anterior y meterse un buen desayuno el día en cuestión
Básicamente, cualquier entrenamiento medianamente serio habla de empezar a entrenar al menos cuatro meses antes; se corre bastante más de dos días por semana, más bien unos cinco; algún entrenamiento que habla de kilometraje acumulado habla de más de 600 km o incluso más; y todos coinciden en lo fundamental que es el hacer series, cosa que en ese momento no sabía ni qué narices era y que he descubierto hace poco, ahora que finaliza 2013, y de hecho a día de hoy solo las he practicado una vez.
En fin, que yo seguí un entrenamiento que realmente es un desastre y no se lo aconsejo a nadie que quiera tomarse medianamente en serio la maratón.
No obstante, fue el entrenamiento que yo seguí, y al menos me sirvió para ir lo suficientemente preparado para acabarlo... o eso creo, pues llegué casi como un zombi no sé si más fruto de mi fuerza de voluntad que de otra cosa.
El desarrollo de mis particulares entrenamientos fue bien: empecé con 10km pero enseguida subí hasta 16 km. El tema de buscar el hueco horario para entrenar lo fui acoplando, corriendo los martes por la noche y los viernes por la tarde, cuando llevaba a mi hijo al entrenamiento de fútbol, me daba el tiempo justo de dejarle, correr 16 km y recogerle hora y media después.
Me cronometraba siempre y era algo que también recientemente he descubierto que hacía mal, no por el hecho de cronometrarte en sí, sino porque cada vez intentas mejorar la marca anterior y forzabas, y es mejor en las tandas largas trotar a un ritmo relajado, pues sino acaba pasando que se te hacen pesadísimos los entrenamientos al hacerlos más duros... y eso era lo que me iba pasando a mí. La única ventaja es que el ir mejorando tiempos animaba un poco.
Otra cosa es que corría con unas zapatillas Kalenji del Decathlon para trail de montaña, que me compré para las carreras de orientación del club. No quería gastarme un pastón en unas zapatillas de running para solo esta vez que pensaba que las iba a usar, y como ví que las zapatillas que tenía amortiguaban bien y no pesaban tampoco en exceso, decidí tirar con ellas.
Llegó un momento en que me empezaron a entrar molestias en la cadera y decidí parar de entrenar durante semana y media, pues tenía miedo que me acabara impidiendo correr la maratón. Tras este parón reanudé los entrenamientos.
Cuando me tocó hacer la tanda de 21 km, la hice únicamente con unos caramelillos en el bolsillo que me iba comiendo. La hice toda sin beber ni gota de agua por no cargar con ella. Cuando llegué noté mucha flojera seguramente debido a la deshidratación.
Para la tanda de 26 y pico km que hice me llevé una barrita energética, que me comí a mitad de camino mientras corría. Tampoco cargué con agua y cuando llegué tenía incluso un cierto mareillo de la deshidratación... burradas que hace uno.
Estas últimas semanas cambié en lo que pude mis horarios para al menos un día a la semana por la mañana, con objeto de acostumbrarme un poco al correr a esas horas del día. Al final acumulé un kilometraje total de algo más de 230 km.
Durante todos los entrenamientos fui testeando la ropa que mejor me iba, en particular los calcetines y las camisetas. Mi pelea con los calcetines era buscar unos que protegieran el pie y no hicieran rozaduras y a la vez permitiera transpirar todo lo posible, pues siempre acababa con los calcetines totalmente empapados.
En cuanto a la camiseta, el reto era encontrar una que permitiera transpirar bien y a la vez fuera muy suave, por el problema de los pezones, que con tanto rozamiento y tantos kms acaban lijados y sangrando, cosa que puede empezar a ocurrir incluso con 10 km. Curiosamente las camisetas de running eran agresivas con los pezones, y la que me fue mejor fue una camiseta de escalada muy suave y ceñida, con lo que no sufrían mucho roce los pezones y que tenía algunas "rejillas" de ventilación.
La semana del maratón fue toda una liberación, al dejar de entrenar y tener que mimarse. Y, por fin, llegó el día D.
El día de la carrera
La tarde de antes me pegué el pertinente atracón de pasta y el desayuno del día en cuestión fue bastante abundante, tal y como se me había recomendado. Me embadurno bien de vaselina los pezones y los dedos de los pies: es una prueba muy larga y es necesario.
Para la carrera me llevé algunas barritas energéticas y caramelillos. Recogí a Rober con el coche y fuimos a Madrid a la boca de metro Pavones, donde dejé el coche y cogimos el metro en línea directa, ya que lógicamente cerca del Maratón iba a ser imposible aparcar.
Llegamos al retiro, donde había quedado con mis dos compañeros de trabajo Álvaro y Julián (Rober es compañero del club de montaña). Había ciertos nervios. Había que acabar de hidratarse, hacer pis, acabar de comer lo último si te has dejado algo para ese momento. Los "meaderos" estaban a tope, así que veías que te iba a llegar la hora de la salida y todavía estabas en la cola. Finalmente conseguimos desaguar Rober y yo, con cierto esfuerzo pues se ve que había pasado gente bastante descompuesta, y nos juntamos con mis dos compañeros de trabajo en los guardarropas.
Antes de dejar las cosas en el guardarropas me repongo un poco la vaselina de los pezones y de los dedos de los pies. Rober se medio descojona y se medio asombra, diciéndome que estoy chalado, de las zapatillas con las que voy a correr: unas Kalenji del Decathlon que son unas zapatillas para trails de montaña... no para running. Unas fotos rápidas y nos dirigimos rápidamente hacia Colón, que es donde está la salida.
Foto tras dejar las cosas en el guardarropa |
Vamos pillados de tiempo, así que vamos a un paso bastante ligero. Llegamos a Recoletos y allí nos colocamos en el mogollón de gente que está esperando la salida. No sé cuantos participantes hay, pero una barbaridad: a los más de 10.000 del maratón (unos 13.000 o 14.000 creo) hay que sumar los que corren los 10 km que se celebran simultáneamente.
Los nervios de los últimos momentos te hace parecer que llevas una zapatilla más apretada que otra y cosas por el estilo... te las desatas y te las vuelves a atar... pero llega el momento en que la suerte está echada.
Mis objetivos los tengo muy claros: en primer lugar terminar, y en segundo lugar hacerlo sin dejar de correr en ningún momento. Tengo una idea del tiempo que probablemente haga en base a lo que hacía en los entrenamientos y del ritmo que pienso llevar en carrera para dosificarme: 6 min/km. No obstante un poco más o menos de tiempo me da igual y lo importante son mis dos objetivos que he citado.
Empieza la carrera
Se da la salida. El pelotón se mueve muy lento. Tardamos más de 5 minutos en pasar por la salida, pero no es un inconveniente ya que gracias al chip que llevamos en el dorsal se nos mide el tiempo neto, desde que pasas por salida hasta que pasas por meta.
Rober está en otro ritmo, así que se despide deseándonos suerte y se pierde hacia adelante. Con Julián pasa al revés. Él lleva un ritmo más lento así que también se despide de nosotros. Así que vamos juntos Álvaro y yo.
Queremos llevar un ritmo tranquilo, pues hay que dosificarse mucho. Vamos subiendo por la Castellana. Hay un ambiente espectacular y un tanto festivo. Dos corredores van corriendo atados entre sí con una bandera del Atleti. Hay mucha gente pintoresca; algunos me cuenta Álvaro, que ya lleva unos cuantos maratones, que son habituales de todos los años: uno vestido de novia, otro con una chupa llena de chapas...
En el Bernabeu la carrera gira a la derecha y un poco más adelante se separan los que corren los 10 km de nosotros.
Mäs tarde llegamos a Plaza de Castilla. Ahí esá el primer avituallamiento de agua, pero cuando me quiero dar cuenta me lo he pasado sin coger agua. Seguimos. Se va a gusto pues ya hemos superado todo el tramo en cuesta arriba de la Castellana y ahora vamos con tendencia cuesta abajo y con el frescor de la mañana.
Llegando a Pio XII hay un pequeño descampado donde mucha gente se para a mear, incluyendo mi compañero Álvaro. Yo sigo a un ritmo tranquilo para que luego me alcance.
En Príncipe de Vergara, cerca de la plaza de Cataluña, está el segundo avituallamiento líquido. En vez de coger agua, cojo Powerade.
En la plaza de los Delfines hay un hombre ofreciendo una litrona de cerveza. Comento con Álvaro que a estas alturas no la cogemos, estamos en torno al km 12, pero que si nos la ofreciera en el km 30 sería otra cosa. Desde aquí ya se empieza a notar muchísima gente en las aceras animando.
Pasamos por Raimundo Fernández Villaverde, y en la cuestecilla se nota, aunque muy ligeramente, una mínima fatiga en las piernas. Es el kilómetro 13, es demasiado pronto para notar nada, pero de todas formas es muy liviano lo que noto. La gente animando ya es una pasada.
Más adelante pasamos por una terraza con las puertas abiertas de para en par y con la música de Carros de Fuego a toda pastilla; me cuenta Álvaro que también es un clásico. Todos estos detalles le dan a la carrera muchísima emoción y te ponen los pelos de punta.
Pasamos otro avituallamiento líquido (km 15) y vuelvo a coger Powerade pero no agua, pensando que el Powerade me dará algo más de pilas que el agua a secas... ¡insisto en este enorme error!... luego me daría cuenta de ello.
El paso por la Gran Vía, la calle Preciados y la Puerta del Sol es una auténtica pasada que te pone la piel de gallina. Sobre todo en la Puerta del Sol hay muchísima gente animando; es un pasote. Toda la multitud aclamándote a tu paso te hace sentirte como una estrella de cine. Encima los últimos kilómetros han sido con tendencia cuesta abajo y llegas bastante fresco. Todo esto es como si te diera alas y te sientes eufórico.
Más adelante hay una ducha de agua en microgotas. Empieza a apretar algo el sol y la verdad es que sienta muy bien pasar bajo ella. No entiendo a la gente que se queja de que le ha llovido algo en una carrera; realmente bajo mi punto de vista una lluvia no demasiado intensa es lo mejor que te puede pasar, y más en una carrera que consume tanto como el maratón.
Pasamos por el palacio de Oriente. Me sorprende que ya llevamos casi 20 km y estoy muy fresco. En el km 20 hay otro avituallamiento líquido en el que vuelvo a cometer el error de coger Powerade pero no agua.
Empieza la cuesta de Ferraz y ahí es donde empiezo a notar los primeros síntomas de cansancio. Me empieza a costar seguir a mi compañero Álvaro, pero mantengo el tipo.
Coronamos la cuesta de Ferraz con el paso de la media maratón y la cosa cambia ya que ahora vienen cuestas abajo. Llegamos a la zona del Parque del Oeste; las cuestas abajo son muy pronunciadas y haciendo "eses", pero es una gozada "dejarse caer" por ellas.
En la avenida de Valladolid, la ligera pendiente de subida me vuelve a hacer sufrir algo y de nuevo empieza a costarme seguir el ritmo de mi compañero Álvaro, ahora más, pero sigo aguantando.
Llegamos a la Casa de Campo tras una cuesta abajo en la que me embalo mucho y dejo atrás a Álvaro. Hay a la entrada otro avituallamiento líquido (km 25) y vuelvo a coger Powerade pero no agua. Un poco más adelante empiezo a buscar a mi compañero Álvaro, que he dejado unos metros detrás; a su vez él se cree que me ha dejado atrás y también me anda buscando hacia atrás con la mirada. Finalmente le veo, le pego un grito y nos volvemos a juntar.
En la Casa de Campo el panorama empieza a cambiar, pues empiezan a haber cuestas que empiezan a hacer mella en las pocas energías disponibles. Por el camino hasta ahora he ido comiendo alguna barrita energética y algunos caramelillos.
En el km 27 no puedo seguir el ritmo de mi compañero Álvaro y le dejo ir; en cierto modo estoy contento de haber podido llegar tan lejos acompañado con él. Tengo el cuerpo a la par deshidratado y muy revuelto por tanto Powerade. Me como una barrita y estoy a punto de vomitar, pero intento aguantar. Me doy cuenta de mi gran error de haberme hinchado a Powerade y no haber cogido agua. También noto el efecto, de lo que sabría después, de haber agotado totalmente las reservas de glucógeno del cuerpo y entrar a funcional el "segundo motor" que funciona quemando las grasas del cuerpo (todo esto lo he aprendido después; en ese momento solo sabía que estaba muy cansado y deshidratado).
En el km 27,5 hay otro avituallamiento líquido. Ya paso de Powerade y cojo agua, aunque la pifia ya está hecha y ahora tengo que sufrir sus consecuencias.
En el km 29 me dan un gel energético, que lógicamente me tomo a ver si consigo algo. A la vez, empiezo a notar los efectos de correr con las zapatillas de trails de montaña del Decathlon: los gemelos los tengo ya que me explotan; y es que las zapatillas amortiguan bien y no pesan en exceso, pero al ser de trail de montaña la suela es mucho más rígida que unas zapatillas de running y eso me ha repercutido en los gemelos. Parece que tengo dos cangrejos bien agarrados apretando en lugar de gemelos.
Durante el maratón, especialmente en su segunda mitad, hay muchos patinadores de la organización ofreciendo tanto vaselina como Réflex, así que pido a uno de ellos que me ponga réflex. Yo sigo corriendo y él patinando detrás de mí me va pulverizando el Réflex en los gemelos, por lo que no es necesario parar. El Réflex no es más que un analgésico que lo único que hace es camuflar el dolor, pero eso es mejor que nada. Durante el resto del maratón tuve que recurrir tres o cuatro veces más a los patinadores para que me echaran Réflex y así aliviar un poco el dolor.
En el km 30 cojo de nuevo agua y hay duchas de agua pulverizada que no dudo en aprovechar todo lo que puedo. Le sigue el cuestón de salida de la Casa de Campo por la Puerta del Ángel... joder, vaya cuesta con 30 km ya a las espaldas...pero la subo sin dejar de correr en ningún momento. En ese momento no sabía si pensar "ya solo me quedan 12 km" o "todavía me quedan nada menos que 12 km".
En la empinada bajada hacia el Manzanares me dejo caer embalándome considerablemente. Esta cuesta abajo me resulta un alivio. Continúo en suaves sube y baja que a estas alturas pesan un poco y hacen daño. Él sol pica ya notablemente y la deshidratación me está matando, así que de aquí al final del maratón, que hay avituallamientos líquidos cada 2,5 km y algunas duchas de agua pulverizada, no paro de coger agua, beberme la mitad de la botella y vaciarme la otra mitad por la cabeza, y por supuesto aprovechar toda ducha que haya.
Cruzo el Manzanares, y sigo por el Paseo de Virgen del Puerto hasta la calle Segovia... donde se gira bruscamente a la derecha y empieza el gran suplicio final: una sucesión de empinadas e interminables cuestas aproximadamente desde el km 35 hasta casi el final... nada menos que 7 km durísimos, y eso con 35 km ya a las espaldas.
Pongo el perfil obtenido con gps para que se de una mejor idea. En él se puede ver las subida hasta Plaza de Castilla en el km 5, cómo hasta el km 25 la tendencia es de bajada con algún que otro repechillo suelto. A partir del 25 hasta el 30 está la temidísima Casa de Campo, luego la bajada al Manzanares y después los últimos durísimos 7 km que finalizan con el premio del descenso por el Paseo de Coches del Retiro en los últimos metros de la carrera. Desde luego el que ideó el recorrido no pudo ser más maquiavélico al hacer una segunda mitad del maratón tan dura.
La cuesta en torno al km 12 es la de Raimundo Fernández Villaverde, la del km 15 la de Alberto Aguilera, la del 20 la de Ferraz, la del 25 la de llegando a la Glorieta de San Vicente, antes de dejarse caer a la Casa de Campo, la del 32 la durísima de Puerta del Ángel antes de dejarse caer hacia el Manzanares, y en el 39,5 se aprecia el durísimo inicio de la calle Alfonso XII que más adelante comento.
No lo he comentado antes, pero la Casa de Campo es famosa y temible porque empiezan las durezas con ya un montón de kms a las espaldas, ahí apenas hay gente animándote, te adentras muy a las entrañas de la Casa de Campo teniendo la sensación de estar perdido en el culo del mundo, y es donde llevas tantos km que empieza a aparecer la fatiga de forma muy acusada pero sin embargo te siguen faltando un huevo de kilómetros como para decir "un esfuerzo más y termino". A esto se une el efecto de acabar con las reservas de glucógeno del cuerpo, que frecuentemente ocurre justamente entre los 25 y 30 km, lo que te deja totalmente KO y tienes que tener mucha fuerza de voluntad para seguir corriendo; es lo que llaman el efecto "muro". Eso provoca una grandísima cantidad de abandonos en esta zona, porque si ya con uno de estos ingredientes tendrías motivos para abandonar, ¡es que ahí se juntan todos!
Volvamos a donde estábamos... los durísimos últimos 7 kilómetros. La empinadísima cuesta de la calle Segovia hace muchísimo daño a las mermadas energías y hay que tener mucha fuerza de voluntad para no dejar de correr. Le sigue un tramo un pelín más tranquilo, pero que muy pronto se acaba, dando lugar a lo que para mí fue un verdadero calvario: Paseo de Vallejo Nájera-Paseo de las Acacias-Ronda de Valencia. Es una subida larguísima en la que al cabo de un rato ves el antiguo Ministerio de Agricultura, de la plaza de Atocha, muy muy al fondo... no paras de subir y subir y sigue estando muy lejos... es interminable. En este tramo me pasó una anécdota que cuando se la contaba a Rober se partía de risa, pero es verídica: me encunetro en mitad de la calle, en mi trayectoria una rama de un árbol tampoco excesivamente grande, pero iba tan derrotado que según voy llegando a ella me pregunto "¿Qué hago... la salto o la rodeo?"; y es que iba tan justo de fuerzas que ni siquiera tenía seguridad de saltar los escasos centímetros que la rama levantaba del suelo sin tropezarme, ni tampoco tenía la cabeza para hacer un par de metros más de recorrido para rodearla. Al final la salté.
Afortunadamente todo, aunque parezca interminable, acaba terminándose y consigo alcanzar la plaza de Atocha. Hay muchísimo ambiente. Aquí ya me atrevo a pensar que aunque sea andando ya llego a la meta, pero hay que cumplir el segundo objetivo que es el de hacer toda la maratón sin dejar de correr y que de momento voy cumpliendo... pero lo que no sabía es que me quedaba una durísima prueba: tras Atocha se recorren unos metros del Paseo de Infanta Isabel para coger Alfonso XII desde el principio... ¡Y vaya principio! La cuesta es corta pero demoledora, y eso con más de 39 km. Subo la cuesta trotando; estoy a puntísimo de dejar de correr para subir andando los últimos metros de la cuesta, pues los tendones ya los noto como chicle. Mucha gente la sube andando, pero yo me hago fuerte mentalmente y me convenzo que faltando tan poco no voy a estropear mi segundo objetivo.
La continuación por Alfonso XII suaviza un pelín, pero es también una buena y larga cuesta arriba. Es increíble pensar que aunque estás bordeando ya el Retiro todavía queden 3 km... ¡qué lentos pasan! La gente me anima pero ya no tengo fuerzas casi ni para mirarles. Noto algo de mareillo, así que me da miedo desplomarme al suelo y quedarme sin acabar cuando queda tan poco. También noto los dedos de las manos y las propias manos muy hinchadas, probablemente debido a la deshidratación; casi no puedo cerrar los puños.
Llego a la Puerta de Alcalá. Muchos niños ponen la mano para que las choques con ellos al pasar. Me voy animando un poco al ver la meta algo más cerca y voy chocando las manos con los niños. La subida por la calle Alcalá hasta la entrada del Retiro es dura, pero ya la afronto con otro espíritu.
Pasando por la Puerta de Alcalá |
Remontando la calle Alcalá, antes de entrar al Retiro |
En el giro para entrar al Retiro ya soy consciente de que estoy culminando mis objetivos. El camino de tierra va cogiendo pendiente cuesta abajo con lo que voy cogiendo más velocidad. El aclamar de la gente es tremendo y eso unido a la satisfacción de que estás terminando este importante reto hace que te cueste contener las lágrimas. De hecho hay mucha gente que se le escapan cuando está entrando a meta.
A punto de entrar en meta |
Finalizo la carrera
Por fin cruzo la meta. Soy feliz... pero llevo algo más de cuatro horas corriendo sin parar ni un solo instante y ahora las piernas me siguen corriendo... ¡¿Cómo se para esto?! Bueno, vale, he exagerado un poco, pero después de tantas horas sin parar de correr, de verdad que las piernas tienen tendencia a seguir corriendo y es como si el cuerpo se hubiera olvidado de cómo se anda. Parezco un pato mareado y voy algo desorientado. En realidad algo de mareillo si que tengo, pero en general llego entero. Las carpas de atención médica están a tope, y eso que hay un montón de ellas; pienso que menos mal que he llegado sin necesidad de atención médica, porque si no no tendrían sitio para atenderme.
Al llegar a meta te dan la medalla y algunas otras cosillas como fruta y un Powerade... que evidentemente no me tomé. La medalla me encantó, pues es una medalla muy bonita, en relieve y de un tamaño considerable: 6 mmm de espesor y unos 7 cm de diámetro. No es la típica medalla barata.
Medalla por terminar el Maratón |
Foto con Álvaro, tras la carrera |
Las cañas del bar entran bien, y no digamos el aperitivo. El problema es que se me junta el mareillo del esfuerzo físico con el mareillo de las cervezas. Pero estoy un tanto eufórico por haber terminado. No obstante comento con Álvaro que me ha parecido tremendamente duro y que no me vuelve a engañar para otra...
...La verdad es que al día siguiente, lunes, en el trabajo, ya estábamos hablando del próximo maratón de Madrid, así que poco me duró esa negativa. De hecho al año siguiente repetí (pincha aquí para ver).
Como anécdotas, la primera es que me comentó Álvaro que el día del maratón por la noche te entran temblores de frío al haber quemado parte de la parte de capa de grasa del cuerpo. Cuando me lo dijo me sonó algo exagerado, pero por la noche viendo la tele en el sofá me tuve que echar una manta encima y aun así tenía temblores de frío. Me resultó muy curioso.
La segunda, es que comprobé, como bien se dice, que, si bien al día siguiente estás ya más o menos bien aunque con algo de agujetas, realmente notas que el cuerpo tarda uno o dos meses en recuperarse del todo de semejante paliza y volver a la normalidad. Es algo que en situación normal no notas mucho, pero que al exigir algo más al cuerpo en mis actividades montañeras sí que aprecié el desgaste.
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